Para ello, se debe comenzar por el conocimiento del sistema suelo: sistema poroso, formado por partículas de arena, limo y arcilla, presentes en diferentes proporciones, conformando la propiedad edáfica del mismo.
No se puede alterar esta propiedad, pero un análisis de este tipo permitirá conocer la capacidad de acumulación total de agua.
La siembra directa se caracteriza por la ausencia de laboreos y por la presencia de una cobertura de residuos vegetales (rastrojos), que tiene un impacto directo sobre la eficiencia de uso del agua por los cultivos. Estos residuos en superficie disminuyen el escurrimiento del agua y así los riesgos de la erosión hídrica. Por lo mismo, la pérdida de agua por evaporación directa del suelo son mínimas.
Dentro de los componentes sólidos del suelo se encuentra la materia orgánica. Esta interviene en el ciclo de nutrientes tales como nitrógeno y azufre, impactando en la fertilidad química del suelo. La acumulación de este material favorece la microfauna permitiendo que el suelo tenga vida. Tal es así, que varias especies de lombrices lo habitan y en su quehacer diario hacen sus túneles, favoreciendo la aereación del mismo.
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